Por: José de Jesús Marmolejo Zúñiga
Una
suerte de fatiga generada por las pantallas, las modernas series llenas
de múltiples elementos, una cantidad de información tan grande pero tan
abrumadora y al mismo tiempo poco profunda en muchas aplicaciones, me
llevó nuevamente a la lectura.
Si
bien la vida está llena de equilibrios que nos permite disfrutar de
diferentes aspectos en su justa medida, y me refiero en esta modernidad a
todo aquello que nos rodea en materia de entretenimiento, hay de pronto
un vacío similar a la expresión que contra el positivismo hacía Justo
Sierra en su momento:
"O Ciencia que todo abarca, no tiene una gota para saciar la sed que nos abrasa".
De
pronto, es sentida una necesidad, quizá la de profundizar, porque si
bien tenemos a nuestro alcance múltiples herramientas, de pronto no son
soluciones; tenemos una gran cantidad de información pero no por ello
tomamos mejores decisiones.
No
sabría ubicar si el cansancio ocular o mental, nos aleja de pronto de
aquellos medios diseñados para hacernos pasar una gran parte del tiempo
en ellos. Medios que, como decía anteriormente, entretienen, a veces
forman o informan en cierta medida, pero que generalmente, espero
equivocarme, requieren poco o casi nada de nosotros. A veces solo un
poco de atención.
Volver
a los libros, a una buena novela por
ejemplo, es situar completamente nuestra mente en ella para poder
seguir un camino, una historia que, en un buen escrito, está plagada de
detalles de los cuales debemos tomar nota, imaginarlos o
inclusive en algunos casos despertar nuestra curiosidad, ya que en medio
de la ficción son muy reales, por lo que presentan la posibilidad de
ahondar en ellos buscándolos en Internet y mejorando así el conocimiento
de lo que se lee. A veces son destacados personajes, lugares,
situaciones, hechos históricos, vestimentas, costumbres.
Cuando
leemos, el uso de nuestra mente es más completo, no se nos dan las
imágenes, debemos crearlas y lo hacemos usando el bagaje existente en
nuestra persona. Somos al mismo tiempo narrador, observador, creador y
en muchas ocasiones cuando encontramos en las palabras del escritor una
descripción certera de experiencias muy próximas a la realidad personal
vivida, ineludiblemente llegamos a convertirnos en actor, en ese tipo de
libros un interés genuino comienza.
Un
libro es también, terapia, test de personalidad y habilidades, charla
íntima de motivación, esto claro siendo positivos con una autoestima en
busca de crecimiento.
Entre
los personajes, generalmente hay una o uno principal, con un cúmulo de
virtudes, que sabemos el narrador nos apunta como digno de seguimiento, y
efectivamente le analizamos, le escudriñamos y nos comparamos ¿Qué
habilidades me faltan para ser como Alonso en la aventura del
descubrimiento de un nuevo mundo en el corazón de piedra verde? ¿Cómo
está mi integridad para alcanzar a un Wilhelm Meister? ¿Podría ser un
gran artista como Jean Cristophe? ¿Podría llegar a tener el conocimiento amplio y aplicable de
Guillermo en el nombre de la Rosa?
Pero
no solo los personajes principales nos hacen eco, también y muchas
veces los secundarios porque la vida no siempre nos pone en
situaciones de toma de decisión sino también en aquellas de
colaboración, o inclusive, siendo sensatos, de aprendizaje de alguien
que tiene más capacidades, conocimiento o experiencia que nosotros.
Por
ello, es válido en esas grandes ficciones, imaginar que somos los que
aprendemos, además de que es ésta una función lógica pues en la vida
real mientras leemos somos los que lo estamos haciendo. Por eso un
personaje como Eckerman de Goethe, en este caso de existencia real o,
Adso de El nombre de la Rosa, ahora ficticio, nos evocan a nuestra
propia personalidad, atenta de los aprendizajes de seres que han
recorrido el camino de una manera provechosa y que tienen mucho por
enseñarnos.
Pasa
lo mismo cuando se acude a una buena conferencia y la ponente o el
ponente exponen el tema de una forma que nos hace ver nuevos horizontes
posibles, pregunto en este momento a manera de remembranza:
¿Cuántos y cuántos no se habrán convertido en científicos o ingenieros escuchando la apasionante forma de hablar de Carl Sagan?
Sin lugar a dudas el espíritu de las letras, el poder de las palabras sigue siendo fundamental en la transmisión de emociones, pensamientos, sensaciones, experiencias. Todo esto lo encontramos en los libros. Aire nuevo para realimentar nuestra mente.
Estos algunos de los beneficios de escapar de vez en cuanto de las redes sociales y tomar un buen libro.