viernes, 27 de mayo de 2022

¡Escapemos de las redes sociales!

Por: José de Jesús Marmolejo Zúñiga
 
Una suerte de fatiga generada por las pantallas, las modernas series llenas de múltiples elementos, una cantidad de información tan grande pero tan abrumadora y al mismo tiempo poco profunda en muchas aplicaciones, me llevó nuevamente a la lectura.

Si bien la vida está llena de equilibrios que nos permite disfrutar de diferentes aspectos en su justa medida, y me refiero en esta modernidad a todo aquello que nos rodea en materia de entretenimiento, hay de pronto un vacío similar a la expresión que contra el positivismo hacía Justo Sierra en su momento: 
 
"O Ciencia que todo abarca, no tiene una gota para saciar la sed que nos abrasa".
De pronto, es sentida una necesidad, quizá la de profundizar, porque si bien tenemos a nuestro alcance múltiples herramientas, de pronto no son soluciones; tenemos una gran cantidad de información pero no por ello tomamos mejores decisiones.

No sabría ubicar si el cansancio ocular o mental, nos aleja de pronto de aquellos medios diseñados para hacernos pasar una gran parte del tiempo en ellos. Medios que, como decía anteriormente, entretienen, a veces forman o informan en cierta medida, pero que generalmente, espero equivocarme, requieren poco o casi nada de nosotros. A veces solo un poco de atención.

Volver a los libros, a una buena novela por ejemplo, es situar completamente nuestra mente en ella para poder seguir un camino, una historia que, en un buen escrito, está plagada de detalles de los cuales debemos tomar nota, imaginarlos o inclusive en algunos casos despertar nuestra curiosidad, ya que en medio de la ficción son muy reales, por lo que presentan la posibilidad de ahondar en ellos buscándolos en Internet y mejorando así el conocimiento de lo que se lee. A veces son destacados personajes, lugares, situaciones, hechos históricos, vestimentas, costumbres.

Cuando leemos, el uso de nuestra mente es más completo, no se nos dan las imágenes, debemos crearlas y lo hacemos usando el bagaje existente en nuestra persona. Somos al mismo tiempo narrador, observador, creador y en muchas ocasiones cuando encontramos en las palabras del escritor una descripción certera de experiencias muy próximas a la realidad personal vivida, ineludiblemente llegamos a convertirnos en actor, en ese tipo de libros un interés genuino comienza.

Un libro es también, terapia, test de personalidad y habilidades, charla íntima de motivación, esto claro siendo positivos con una autoestima en busca de crecimiento. 
 
Entre los personajes, generalmente hay una o uno principal, con un cúmulo de virtudes, que sabemos el narrador nos apunta como digno de seguimiento, y efectivamente le analizamos, le escudriñamos y nos comparamos ¿Qué habilidades me faltan para ser como Alonso en la aventura del descubrimiento de un nuevo mundo en el corazón de piedra verde? ¿Cómo está mi integridad para alcanzar a un Wilhelm Meister? ¿Podría ser un gran artista como Jean Cristophe? ¿Podría llegar a tener el conocimiento amplio y aplicable de Guillermo en el nombre de la Rosa?

Pero no solo los personajes principales nos hacen eco, también y muchas veces los secundarios porque la vida no siempre nos pone en situaciones de toma de decisión sino también en aquellas de colaboración, o inclusive, siendo sensatos, de aprendizaje de alguien que tiene más capacidades, conocimiento o experiencia que nosotros.
 
Por ello, es válido en esas grandes ficciones, imaginar que somos los que aprendemos, además de que es ésta una función lógica pues en la vida real mientras leemos somos los que lo estamos haciendo. Por eso un personaje como Eckerman de Goethe, en este caso de existencia real o, Adso de El nombre de la Rosa, ahora ficticio, nos evocan a nuestra propia personalidad, atenta de los aprendizajes de seres que han recorrido el camino de una manera provechosa y que tienen mucho por enseñarnos.

Pasa lo mismo cuando se acude a una buena conferencia y la ponente o el ponente exponen el tema de una forma que nos hace ver nuevos horizontes posibles, pregunto en este momento a manera de remembranza:
 
¿Cuántos y cuántos no se habrán convertido en científicos o ingenieros escuchando la apasionante forma de hablar de Carl Sagan?
 
Sin lugar a dudas el espíritu de las letras, el poder de las palabras sigue siendo fundamental en la transmisión de emociones, pensamientos, sensaciones, experiencias. Todo esto lo encontramos en los libros. Aire nuevo para realimentar nuestra mente.
 
Estos algunos de los beneficios de escapar de vez en cuanto de las redes sociales y tomar un buen libro.
 

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