lunes, 6 de junio de 2022

Velázquez, una experiencia mística


Si habláramos de la sociedad medieval, sería parte del vulgo. No cuento con una formación particularmente destacada en artes, es más ni siquiera creo poseer un lenguaje básico o conocimientos relevantes en el tema.

Pero hay artistas a los que por menos que uno conozca, su fama les antecede. Que cuando se ve una estación de metro adornada con su obra o una escultura guardándoles para la posteridad sabemos que seguramente su vida tiene  un sentido que va más allá de lo común, que alcanza pues lo extraordinario.

Una señora así como una amable joven española, hay que recalcarlo porque no toda la atención en la península ibérica fue así, me permitieron un par de entradas al Museo del Prado sin costo por dedicarme a la educación.

No fue a partir de las 18 horas como estaba previsto en la publicidad sino 17 con 30 la entrada que se me permitió; aquello me pareció increíble. 30 minutos más en el mejor museo del mundo, parecían tiempo extra en el paraíso.

Tras una rigurosa apreciación de cada obra -lo que siempre hace mi avance lento en estos lugares-, poco a poco apresuré el paso con el avance de los minutos ¡La última hora se me fue como un suspiro! Y es que a las 20 horas todo mundo debe estar fuera.

Así que dejé de compartir con mi familia la búsqueda en Internet de cada obra que me interesaba junto con un seguramente nada docto comentario de qué es lo que me llamaba la atención de cada una.

¡Debes de venir a la sala de los aromas!  Me dijo mi esposa Lupita. Y mi mente me llevó a un capítulo del futuro que seguramente más de alguno ha visualizado, en el que podamos mediante una videollamada también percibir olores, o palpar aquello de lo que estamos hablando. Pues bien, esta sala era eso, de entre 10 opciones, presionabas una de ellas a la vez y podías oler alguna esencia, que iba desde unos guantes de piel hasta un raro animal, pasando por múltiples aromas florales.

Ese episodio, completado por el "tesoro del delfín"  que incluía una gran cantidad de objetos en cristal, piedras preciosas y oro, redujo aún más el tiempo faltante.

Sin embargo no podía abandonar ese sitio sin ir a conocer Las Meninas de Velázquez. Y así fue. Paso presuroso, buscando la sala donde se encontraban, llegamos a una habitación alta, con un techo a manera de domo de cristal poligonal que resaltaba la majestuosidad del espacio, pero la mejor experiencia estaba por acontecer.

Frente a mi, la famosa pintura en un encuentro de altas expectativas. De entrada no me parecía nada relevante. Pero la lectura de la reseña junto con un análisis de aquellos ojos que traspasan el tiempo, vuelven aquello una experiencia mística.

Verdaderamente los personajes parece que te ven en cualquier espacio al que te muevas de la sala, pero es una mirada escudriñadora "sé que me ves y te veo" parecen expresar.  El hecho de que en el espejo incluido en la obra, se reflejen los padres de la infanta, que detrás del cuadro principal presencian la escena, da una experiencia de conjunto "hay más de lo que se puede ver" nos indicaría. Y otro rasgo es fundamental, la presencia del autor a manera de autorretrato en la obra, la dignididad de Velázquez para decir "estamos aquí", somos quienes hacemos posible estas excelsitudes, reivindicando la labor del artista.

Como si lo que se está percibiendo no fuera suficiente, la sala cuenta con un eco muy especial que hace que el murmullo de la gente se amplifique y juegue por los alrededores. Así pareciera que escucha uno voces del pasado, encarnadas en la actualidad mientras esas miradas intrigantes siguen ahí, mientras Velázquez nos recuerda que tiene la llave mágica del tiempo y mientras los padres de la infanta indican que no se han ido, sino que siguen observándolo todo.

La infanta y sus meninas nos recuerdan también que su presencia es presente como diría Octavio Paz y que non omnis moriar, no todo muere, como recordaría Horacio.

Ese fue mi encuentro con Velázquez, en el mejor museo del mundo y ante la posibilidad generosa de visitarlo de forma gratuita por parte de amables ciudadanas españolas.

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