Con el paso de los años, si uno pone suficiente atención, de las experiencias de la vida pueden obtenerse reflexiones provechosas. Formas de vivir el mundo siempre desequilibradas, caóticas, poco objetivas pero convenientes para aproximarse a un objetivo. Disculpen ustedes que no ofrezca un destino idílico, lleno de plenitud, linealidad y tranquilidad pero es que la vida misma no cuenta con esas características, sin embargo, puede ser ampliamente disfrutada y el ser humano puede ser muy dichoso.
El "cristal con que se mira", famoso dicho popular, que vaya usted a saber si tenga algún autor reconocido, sigue siendo tan parte de nosotros que lo puede encontrar en cualquier lugar a donde usted voltee. Toma desde nombres comunes y cercanos como religión, creencia, espiritualidad, cultura y educación hasta otros más elaborados como paradigma, hermeneútica, psicología, filosofía, epistemología.
El punto es que de vez en cuando, una lectura, un pensamiento, una estructurada visión institucional, un nuevo líder, enarbola con claridad enfoques muy concretos a los cuales voltear, esto no es nuevo, es más bien cíclico, entiendo se ha hecho desde el inicio de los tiempos, y al menos ahora, soy testigo de que se sigue haciendo en nuestros días. Pues bien, se hacen postulados, se establece una racionalidad, argumentos más o menos entendibles, se da respuesta a preguntas generalizadas y de pronto, ahí están "un cristal", una forma así como un color para poder ver lo que sucede en la realidad, pero sobre todo en lo que no lo es, en el imaginario, en combinación en esto que llamamos vida.
Hoy en día, con frecuencia nos encontramos corrientes del pensamiento como la "psicología positiva" que genera en el ser humano frecuencias venturosas, donde hay que volver la mirada a esos valores de gratitud, de esfuerzo, de benedicencia, entre muchos otros que buscan obtener lo mejor del mundo ¡Y por supuesto desde una postura positiva, muchas buenas cosas suceden! De entrada quitamos muchos bichos rastreros de la actitud humana: negatividades sin causa, falta de accion, pereza, enemistad, desunión, crítica destructiva. Se da paso así a culturas más proactivas, agradables, interrelacionadas y actuantes.
Muchas grandes mentes, reconocidas algunas y otras en el anonimato social de una familia, impulsan estas formas de ver el mundo. Son aún desde trincheras de mediano o corto alcance personas que comparten una cosmovisión, a veces, hay pueblos enteros como el canadiense, al que muchos países a nivel internacional respetamos por la forma en la que desarrollan múltiples actividades relacionadas con la civilización, en otras ocasiones dan cuenta de la existencia de una cultura, como las mayas, las mexicas, las toltecas, o en otras partes del mundo la china, la hindú, la egipcia o la griega. En ocasiones también son referentes de individuos, como la "raza cósmica" identificó a José Vasconcelos.
Véase en torno a lo anterior, cómo la capacidad de generar ideas claras o acendradas puede comenzar en la persona, aunque siempre sujeta al influjo social, por supuesto. Siempre subidos en hombros de gigantes, como aseguraba Newton.
Hablaremos ahora, de una de esas grandes culturas, con un aporte claro, que ha sabido muy bien traer a nuestro tiempo el Dr. Miguel Ruíz, que aunque no sean los creadores de estas teorías, mucho hacen en poder interpretarnos las cosas de una forma que puedan ser alcanzables por mayorías, con el gran beneficio que esto conlleva. Se me viene a la mente en este momento, un autor que es un gran compilador, pero también generador de ideas propias, Édgar Morin, que si bien no es "el padre del pensamiento complejo", mucho ha hecho en posibilitar el conocimiento de los múltiples autores que a lo largo de la historia han contribuido para ello.
Pues bien, el Dr. Miguel Ruíz, ha editado múltiples versiones de un libro que recupera la sabiduría de los toltecas; nos recuerda al inicio que fueron un pueblo de sabios, y que aún en nuestros días aún existen algunos naguales encomendados a la difusión de sus preceptos.
En una mezcla de misticismo y poesía, comienza la lectura mencionando conceptos un poco extraños para los no versados en la literatura de corte espiritual. Con un poco de tolerancia y apertura, se puede uno quedar prendado de términos como luz, energía y universo. El ser humano es esa energía que forma parte del universo, "polvo de estrellas" han dicho otros en similar forma. Es un concepto muy liberador, además de tener toda la razón, sin tomamos en cuenta lo que nos marca la ciencia actual, en torno a nuestra efímera existencia en la forma humana, comparada con el tiempo y el espacio existente más allá de la tierra.
Los consejos para vivir bien en el mundo, son diversos, de la misma manera, son difíciles de seguir en la medida de que seamos concientes de nuestra propia existencia, persona, intereses, capacidades y retos. Las listas son variadas, y muchos de ellos parecen sumamente útiles. Seguramente a una propuesta de 4 acuerdos o consejos, podríamos agregar algunos que con la propia experiencia consideremos imprescindibles, pero al menos los enunciados por el Dr. Miguel Ríos son, al menos desde mi punto de vista, muy necesarios en este mundo.
Los enuncia de la siguiente manera:
1. Sé impecable con tus palabras.
Lo cual no es sencillo de cumplir, sobre todo cuando gustamos de vivir con pasión la vida, con cierto asomo de libertad, con chispazos de entusiasmo y adecuándonos a diferentes situaciones. Pero por supuesto, es real, una persona conciente de su comunicación, puede llegar a tener escenarios mucho más halagadores que una que da rienda suelta a todas sus expresiones.
En la era de la información, esto se vuelve fundamental, pero no solo son las palabras, en estos momentos es probable que toda la comunicación, incluso la no verbal, la corporal, deba tratar de cuidarse.
2. No te tomes nada personal.
Aquí la acotación que hace es fenomenal: ni para bien, ni para mal. Ni con la ofensa con el más claro veneno directo hacia tu persona, ni tampoco con el elogio más sincero. Pies en la tierra, enfocado y actuante en torno a tus objetivos. Este segundo punto tiene una utilidad increíble, no solo en no ser parte de los enredos que otros tejen en torno a uno, sino ante todo, en la fabulosa capacidad de ser humildes en los momentos de éxito.
Lo decía Buda "el apego es la principal causa de sufrimiento humano", aquellos que no sueltan el pasado pueden estar constantemente deprimidos, los que se aferran a las posibilidades del futuro, podrían estar constantemente ansiosos.
3. No supongas
Uno de los grandes males de nuestra sociedad, son los prejuicios. Prejuzgamos personas, instituciones, situaciones, de todo. Sea por una tendencia innata a hacerlo o por opiniones de otras personas. Con una gran capacidad imaginativa, pero también llena de un ego importante, generamos historias en torno al por qué una persona no saluda, por qué no contesta, por qué se tardó, bajo qué intenciones hizo esto o aquello.
Pocas personas desarrollamos las habilidades necesarias, que no son pocas, para ir al encuentro del otro a preguntarle nuestras dudas. Dice Octavio Paz en el laberinto de la soledad, que en particular el mexicano teme molestar al otro, sacarlo de ese delicado equilibrio, que salgan chispas, por ello preferimos inventar antes que consultar. También existe miedo, cuando alguien opina o expresa alguna duda, se está dando a conocer, y como sucedía en los ¿primeros? niveles de la escuela preferimos callar para no parecer ignorantes, que hablar para confirmarlo.
Lejos está la posibilidad de "argumentar para aprender" porque si frente a nosotros hay jueces rígidos, nos estarán recordando constantemente que "primero se debe aprender para después argumentar". Tolerancia requerida por parte de todos, asumiéndonos seres humanos, es sin lugar a dudas una de las grandes oportunidades aún existentes para la civilización.
Pero este tercer punto nos invita, no supongas, no crees historias, no te juzques, no te castigues, no te envenenes.
4. Da siempre lo máximo.
Novedoso y retante axioma, nos invita vivir la vida al máximo, contradice ideas modernas en torno al mínimo esfuerzo y la máxima recompensa, llena de un fuerte espíritu que conlleva al mérito, suena encantandora cuando cae como semilla en terreno fértil.
Pero no solo se refiere al trabajo físico o al esfuerzo intelectual, sino también a las circunstancias donde hay que poner a prueba los valores. Lo ejemplifica muy bien el autor con los tres acuerdos anteriormente repasados: es probable que no logres ser impecable con tus palabras, pero inténtalo al máximo; quizá te tomes algunas cosas personales, pero regresa a tu senda y vuelve a intentarlo; es probable que supongas cosas, pero trata al máximo de no hacerlo.
La segunda vez que intenté leer este libro, lo terminé, fue durante un viaje. Una señorita que atendía en el aeropuerto del bajío, me vio leyendo, se acercó y me dijo que ella lo estaba escuchando en formato de audiolibre y que era sencillamente increíble, que me encantaría. Así fue.
Desde mi lectura, lo he recomendado para varias personas, pero lo más importante es que ha venido a mi mente en ocasiones prácticas, donde ha habido necesidad de no tomarse las cosas de manera personal así como de no suponer, lo cual ahorra muchos conflictos. El ser impecable con las palabras y dar el máximo, conllevan un reto mayor para mi persona, pero cada quien tiene objetivos personales que poco a poco le van ayudando a surcar con sabiduría tolteca, ese camino donde todos somos parte de algo mayor, donde todos algún día llegaremos a ser parte de esa luz que hoy apreciamos con enamoramiento en el firmamento.