Charla de café con jóvenes talentosos; atendido o medio hecho, el tema del día, pasamos a eso para lo que hace mucho que no me daba tiempo: la plática casual, la que se disfruta, el tópico desenfadado y cotidiano.
Pasión en las venas, azúcar en la sangre, comencé mi exposición con una generalidad abrumadora -Literatura- dije. Pero esa precisamente, fue la puerta a múltiples reproches en mi cabeza, Mario Vargas Llosa retumbaba hablándome del cómo aprender a leer fue el momento más importante de su vida, la profundidad de Octavio Paz me susurraba miles de teorías en torno a los libros y Gabriel Zaid mediante el ensayo leer me decía que hacía falta diversidad en el concepto.
Decidí continuar en una plática que se extendió por varios minutos, y donde entré en ese flujo de las cuestiones que nos apasionan, que se roban el tiempo pero que al mismo tiempo pasan en un instante.
Puerto seguro anclé en la educación, y hablé de que cuento con los libros de Vasconcelos (pero en esa serie de detalles que generalmente se te olvidan cuando no sabes elegir entre la amplitud y la profundidad, no comenté por ejemplo nada de sus prosa excelsa) a continuación mencioné los discursos de Torres Bodet, y aprovechando que eran un par de jóvenes con especialidad en educación hablé por supuesto del zacatecano Francisco Larroyo ¡Otro señorón de la letras que nos legó que la Educación es una Ciencia! Un pensamiento ferviente que vive dentro de mi y que me lleva a la conclusión contundente de que si en las aulas estuviesen presente los conceptos poderosísimos de la pedagogía de una manera más extendida viviríamos una realidad completamente diferente.
Llegó el turno de aquellos que me había reprochado en la mente: y vino la mención del vertiginoso así como apasionado Mario Vargas Llosa, autor con el que he tenido una relación cambiante. Por mi admiración por Octavio Paz, mucho tiempo a raíz de un famoso debate que protagonizan ambos, lo consideré si bien un escritor astuto, un tanto irreverente. En ese encontronazo que quedará para la historia, solo la intelectualidad de Paz lo sacó avante y hasta podría decir victorioso de una de las inteligencias más precoces y avispadas de nuestra América Latina.
Hoy mi forma de ver a Vargas Llosa ha cambiado, y admiro muchísimo a un hombre que vino a decir a México ¡en los tiempos de la hegemonía partidaria! que había una dictadura perfecta que lograba tener de una manera velada a muchos intelectuales bajo su férula, para, de manera ya lo he dicho, discreta, sutil y con una apariencia de libertad, posicionarlos en puestos donde pudieran defender sus conceptos.
Lo ha dicho y se lo creo "desde cierto momento de mi vida, busqué decir lo que pienso y mantenerme en esa libertad", no está exento seguramente de yerros o desatinos, pero al menos se mantiene bajo esa convicción de la cual también hablaba Justo Sierra en un prólogo "podré estar equivocado, pero no sé engañar".
Luego hablé de Octavio Paz y mi voz se emocionó anunciando algo importante, -es un orgullo poder decir que es mexicano- dije, al menos para mi es ese intelectual profundo, visionario, claro, asertivo. No tiene la intrincada forma de expresarse de algunos otros eruditos especialistas en su campo (recuerdo ahora por ejemplo la pedagogía de Louis Not, con las primeras lecturas aparecía un dolor de cabeza solo similar al de las primeras clases de pronunciación del chino mandarín).
Son precisamente autores como los dos que acabo de mencionar, los que me han hecho saber, entre un universo de cosas, que el ser humano es contradictorio, cambiante, fluye como mencionara Heráclito. Al mismo tiempo, que el nacionalismo es uno de los conceptos que más guerras y desunión le ha provocado a la humanidad; si bien tenemos ensayos como el laberinto de la soledad de Octavio Paz, que retrata de manera efectiva a un pueblo (hay quien dice que a Latinoamérica), también tenemos aseveraciones suyas de que no hay una literatura específica de cada nación. No cree pues, que el registro de nacimiento ate al mundo de las ideas con características específicas. Vargas Llosa tampoco.
Hablando de personas de esta altura, tuve que citar por supuesto a Alfonso Reyes, mencioné lo prolífico de su obra y el profundo aprecio que ganó en cada espacio donde se paraba. Las lamentaciones generadas en Argentina, Brasil, España y Francia cuando dejaba esos países. La cátedra que en su honor tiene el Tec de Monterrey, y no pude adentrarme más en el tema.
Les hablé de mi gusto por los clásicos, reverencié la formación artística que Goethe a través de Eckermann pudo darme. En esta parte platiqué cómo fui descubriendo sobre pintura, escultura, música, grabados y muchos otros aspectos viendo la formación que el alemán daba a sus secretario aderezado de todos aquellos aforismos contundentes que caracterizan a las personas de gran calado cultural.
Por supuesto que se mencionó Fausto, con el impacto que esta obra ha tenido en el tiempo, así como una obra que vino a tratar de remediar los males anteriores, el Wilhelm Meister, los años de aprendizaje de Guillermo "el Maestro". Fue inevitable mencionar el curioso dato de que leí el fatal desenlace del protagonista de las penas del joven Werther casi con precisión milimétrica un 21 de diciembre.
Vinieron luego las arengas reconfortadoras "Lean, lean mucho, lean de todo, no se priven de ninguna lectura" -expresé- (en su momento cuando existía un listado de libros prohibidos, solían decir los asiduos lectores irreverentes que aquellos que valía la pena prohibir, valía la pena leer). De pronto vinieron a mi mente esos pensamientos llenos de luz, que junto con la lectura dejan una serie de consejos, desde Séneca, Cicerón hasta Montaigne. Me faltó mencionar probablemente en este episodio a José Ingenieros con su obra "El hombre mediocre" que tan certera y profunda encuentro.
Ahora pienso en esa puerta luminosa a una obra importante, el prólogo, donde nace el interés, la pasión y el gusto por lo que vendrá a continuación. Hay muchos prólogos que "dan en el clavo", son parte del libro pero muchos cobran vida propia, como si incluso de una mini obra se tratara. Recuerdo un prólogo de Montaigne presumiendo que ese debía ser un libro que debía estar en casa y se aventuraba un poco más, que incluso en el buró o cerca de la almohada. Una referencia similar se hacía para la República de Platón. El hombre mediocre de José Ingenieros también recomendaba no olvidar nunca el contenido de ese libro y el de Juan de la Cruz editado por el Fondo de Cultura Económica, te hacía entrar en una desesperación contundente por leer el libro con palabras que expresaban algo similar a esto ¿Es Usted un ejecutivo trotando, galopando por la vida, en una vertiginosa serie de hechos que no le permiten el tiempo para interiorizar o reflexionar las cosas importantes de la vida? -¿Quién yo?- Se preguntaba uno inmediatamente -No, cómo cree que voy a andar galopando en esta vida nada ocupada... pero... dígame más por favor- Y no dejabas de leer (Sí, leer), hasta que llegabas a la noche oscura.
Este mundo está lleno de pasión en cada tema, pero depende a quien leas para encontrar los tesoros ocultos, sin olvidar algunas barreras contemporáneas. Al respecto, últimamente hay ataques trepidantes al conocimiento y a la sabiduría, generalmente de quienes no la buscan, con argumentos enmielados (pero muy falsos y poco sustentados) que escuché por primera vez en secundaria, por cierto y que desafortunadamente los enarbolan en ocasiones ahora los egresados de posgrado. La historia es la siguiente: estando en secundaria, había una compañera muy esforzada que recuerdo, había estado ganando los primeros lugares en Matemáticas por bimestres consecutivos, no se conformaba con hacerlo, se jactaba de ello y le encantaba comentármelo pues generalmente un servidor quedaba en segundo o tercer lugar en esa disciplina. Por mi parte, estaba ocupado en otras cosas para poner interés absoluto en esa clase, eran mis prioridades descubrir la matrícula de la escuela, llenar una bolsa con más bolsas para hacer una pelota o evitar las abejas de la cancha de fútbol. Hasta que un día llegó el cansancio de la misma cantaleta de siempre, decidí estudiar para ganar en Matemáticas ese bimestre, y así lo hice.
La reacción de la compañera, presa igual que todos en esa edad de las hormonas, cuando le hicieron ver que había perdido su preciado sitio en el primer lugar, fue un rotundo reclamo a todo el grupo, y ella que había enarbolado tanto tiempo la importancia del conocimiento ahora se refugiaba en medio de lágrimas en un "Sí, pero yo soy buena persona...". Fue la primera vez que escuché a alguien escudarse en los sentimientos. De ahí en delante he visto múltiples ataques algunos velados y otros más sinceros, al conocimiento, a la lectura, a la técnica, a la tecnología. La vida es un todo, un equilibrio y no son válidas las expresiones que tratan de poner un aspecto por encima de otro, si se es buena persona felicidades, pero hace falta impulsar los conocimientos y las habilidades, aplica para las demás combinaciones posibles.
Cuando usted va al médico con una dolencia es muy humano que lo reconforte, pero preferirá siempre que a parte de eso tenga la capacidad de curarle. Un buen docente será apreciado, pero alguien que te forma para descubrir el mundo con tu imaginación, capacidad y esfuerzo será trascendente.
Y es que ¿Quién puede negar que el conocimiento es una herramienta y no un fin? ¿Quién puede negar que el objetivo es la sabiduría, esa que nace de la integridad, del corazón, del alma que nos ayuda a transitar este mundo en paz y armonía?
Es irrenunciable que todos nuestros conceptos más poderosos, nacen del rompimiento con la monotonía intelectual, de la generación de ideas, de la conciencia, de la rebeldía, la necesidad de cosas mejores o diferentes, de la empatía. Hasta para enamorar a alguien hace falta inteligencia. Incluso el amor, ha empezado con los poetas como Catulo, el concepto de alma con los antiguos griegos. El que es agnóstico define su relación con la verdad con base al conocimiento "Conocemos ¿Conoceremos?", o el que se defiende de conceptos religiosos cita a Niezchte en torno a "el súper hombre o la muerte de Dios". Para el que busca claridad en su fe, siempre estarán preclaros como Agustín de Hipona o Tomás de Aquino.
Por supuesto, siempre se presentará para un ser humano palpitante, algo que creo un pre requisito: el poder de la creencia que se transforma en acción; no pudiera abordar en este espacio algo tan profundo como la frase "el verbo se hizo carne" que hace temblar la estructura intelectual de cualquier persona pero quizá puedo citar una frase que viene en el Proceso de convertirse en persona de Carl Rogers "No seas un vagón de municiones, sé un rifle".
Pues bien, comentarios como estos salían en la apasionada plática con los jóvenes, con presencia de mi esposa también que me observaba con sus ojos de reconocimiento, como quien ve al niño que ha cometido nuevamente la travesura.
-He leído-, dijo uno de ellos, -pero no tan vorazmente como tú-. -La mía no es ninguna voracidad- reproché, eso se ha terminado en el siglo XX, cuando uno lee a Octavio Paz o un discurso de Jaime Torres Bodet o Vasconcelos, quizá un escrito de José Luis Martínez, nos damos cuenta que esas inteligencias precoces o verdaderos deseos de leerlo todo no se encuentran de manera tan próxima a nuestros días. Quizá por ello el reciente apego a uno de los últimos de esa generación: Vargas Llosa.
Hablé, a manera de motivación, de esos grandes Secretarios de Educación Pública, que no solo los maestros, sino los Presidentes de la República volteaban a ver hacia arriba, eran líderes por conocimiento, quizá el último Jesús Reyes Heroles que decía "Hay dos clases de funcionarios los que explican y los que resuelven". No pudimos evitar recordar que hoy los niños de primaria le dicen a los secretarios de educación cómo se pronuncia la palabra "Leer".
Y con esa palabra, en laberinto declarado, tuve que hablarles de Gabriel Zaid y su excelente ensayo del 2012, donde se refiere que leer no te hará más poderoso, ni más inteligente, pero te permitirá ver con otros ojos el mundo en el que vives, te dará opciones. Gabriel Zaid empezó a leer desde muy pequeño, comenzando con los anuncios de la calle. -¿Está leyendo?-Preguntó una amiga a la mamá -Al parecer- respondió sarcáticamente ella.
Cuando entrábamos en Anatole France, y luego en Camus, la sombra del horario de diciembre lo cubría todo.
Después de leer, nace un incesante gusto por escribir ¿Ah, usted también escribe? referenciaría Ibargüengoitia, ¿Que escriba? ¡Escribiré! diría otro autor... ¿Querían que hablara? ¡Estoy hablando! Diría el hoy tan famoso Padre Pistolas, por cierto también guanajuatense.
En una charla que duró, no sé cuanto, se terminó el café y decidimos de manera entusiasta continuar luego.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario