jueves, 28 de abril de 2022

La buena poesía es una flor del tiempo

Por: José de Jesús Marmolejo Zúñiga.

 
Poco a poco se consagra la pléyade hispanoamericana en mi mente, en fulgor de sus talentos, distintos, pero en su relevancia histórica,  similares en la hermosura del cielo nocturno. Entre otros hasta ahora en mis recuerdos: Borges y Cortazar en Argentina, Vargas Llosa en Perú, Rubén Darío en Nicaragua, Rodó y Benedetti en Uruguay, Mistral en Chile, Paz, Sor Juana, Vasconcelos, Torres Bodet en México y la lista continúa.

En nuestra época actual, de redes sociales, que cumplen una función informativa pero que en ocasiones saturan el alma y cansan las pupilas. En la "Civilización del entretenimiento", como lo argumentaría Vargas Llosa, coincido con la excelsa manera de criticar el presente.

A nuestro favor, como opción, las mentes magistrales a quienes podemos acudir, grandes genios que evitan la monotonía -¿Cómo fue posible su existencia?- Me pregunto. Me aproximo a la respuesta no sin antes dudar si fueron reales.

Y es que en ocasiones, es difícil entender la asombrosa capacidad de sus mentes, lo pleno de su pensamiento, lo profundo y a la vez lo atinado. No son biblioteca inerte y ambulante, son vastos pero tienen vida, diría que su inmensa cantidad de ideas representan un universo, pero habrá quien piense que las rocas, los gases y las trayectorias celestes son solo materia con movimiento, aunque al menos dentro de esa realidad, en uno de esos cuerpos, hay vida, pensamiento, sentimiento y con eso, se da lo mismo significación que conciencia a toda la materia.  

Nuestro personaje del día de hoy, Rubén Darío, ha llegado con su buena obra muchas veces a mi encuentro, he pronunciado el fragmento "la juventud: la latitud de la vida donde las costas donde la esperanza se ven cercanas" en ocasiones varias, recordando también la contraparte "juventud divino tesoro, te vas para no volver".  

Es citado y admirado por todos los grandes, Octavio Paz habla de él y lo parangona en grandeza con Sor Juana Inés, Borges lo marca como un fuera de serie. 

Aproximarse al modernista Rubén Dario, es escuchar la Lira de Orfeo y el agua cristalina que canta, ver el sol sonreír en una gota de rocío, permitir el susurro del viento. Es de composición musical. Pero no de una nota sencilla, sino inteligente, profunda, clásica, romántica, natural y diáfana.

Dentro de la iluminación que no tengo y busco: la poesía, su obra es vasta. Como recordatorio de una leve desdicha, es el género por el cual los inmortales piensan que serán recordados. Obviamente comprendo más la prosa, sean discursos, críticas, cuentos o ensayos.

Dentro de sus versos conformando poemas o aquellos que describen obras, se encuentra el conocimiento. Maestro que no ha querido tener discípulos pero que como reformador cuenta con legiones, pues mientras escribe, educa y forma.

Con la atención de quien busca aprender, la tierra surcada por sus palabras, ofrece múltiples joyas a al vista de todos. Acudimos en su búsqueda como las aves que surcan los cielos mientras el agricultor remueve la tierra.

Formas de deleitarnos en sus escritos, hay muchas, hoy en esta sencilla apertura solo mencionaré una:

"La ciencia es flor del tiempo" 

dice personaje sabio, Quirón, en el Coloquio de los Centauros.

Cada una de sus páginas está llena de los más primorosos ramilletes, de la más jugosa miel, del fruto más nutritivo. Pero todo ello en justo equilibrio, es azúcar que no empalaga pero que necesita su espacio para ser disfrutada lentamente.

Los anteriores comentarios, son obtenidos en esta primer entrega, de una impresionante antología desarrollada por Don Jaime Torres Bodet que nos da acceso al mundo del poeta nicaragüense, el mismo que se llamó Rubén y obtuvo el Dario del mote familiar y de su abuelo.  

 

FUENTE:  

Torres Bodet, Jaime. (1966). Antología de Rubén Dario. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

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