Por: José de Jesús Marmolejo Zúñiga.
A menudo confundo los nombres de los grandes personajes griegos o romanos. Más allá de Platón, Aristóteles y Sócrates, me es complicado recordar algunas frases específicas o pasajes particulares de la vida de Heráclito, Pitágoras, Cicerón, Demóstenes, Plutarco, Hesíodo, Ión, Diógenes y un largo etcétera.
Pero cuando lo consigo, es recordando el cómo ha trascendido su nombre hasta nuestros días. La referencia no siempre es culta, al personaje de hoy lo recuerdo por un elemento de la pandilla de Don Gato, algún otro nombre ilustre por el de algún personaje en una película de Cantinflas y así nos vamos.
Lo que definitivamente nos puede hacer recordarlos es su obra, como se tiene en la memoria a los personajes a los que se admira y de donde se ha aprendido algo que te impactó de forma significativa en la vida. Finalmente se cumple aquel proverbio chino que dicta:
"cuando bebas agua, recuerda la fuente".
"饮水思源 Yǐnshuǐsīyuán (Tener gratitud)".
Pues bien, el brebaje que nos presenta Demóstenes no es agua, pero tampoco un preparado con la sicuta de Sócrates, sino un compuesto de valor, coraje, mucho empeño y un gran esfuerzo. Recordemos para ello que él: no logró el éxito sino enfrentando situaciones, su genialidad fue la del barco no hecho para el puerto sino para alta mar, el tesoro no podía encontrarse cerca del muelle. La injusticia no le fue desconocida, tuvo que pelear usando el incipiente derecho contra sus propios tutores, pero quizá el proceso más doloroso fue la recepción de las burlas en sus inicios como orador.
Eunomo de Triusa, un sabio anciano, le atenuó la depresión alguna vez con la frase
"no se puede desistir por cobardía y desidia".
El actor Sátiro también le corrigió, aportándole lo siguiente "Los errores que has detectado, la falta de atención que mencionas o el hecho de que incluso espíritus más sencillos llamen más la atención, lo resolveremos recitando de memoria alguna escena de Eurípides o Sófocles". Sátiro le mostró cómo actuar lo que se habla, cómo pronunciar con acción y postura conveniente.
A partir de entonces, Demóstenes practicaba en un sótano que aún se conserva. Ahí entendió una y otra vez que se debe conciliar la acción con lo que se dice, el esmero no es suficiente, se debe cuidar la pronunciación y movimientos convenientes. ¿Cuánto practicaba Demóstenes? Dos o tres meses seguidos, forzándose a hacerlo permaneciendo en el mismo espacio y cortándose el cabello de formas poco presentables para inhibir sus ganas de abandonar el objetivo.
La preparación de Demóstenes también fue física, ejercitaba la voz subiendo a sitios elevados, pronunciando con aliento cansado. A veces recitaba frente al espejo buscando mejoras.
¿En cuantas altas biografías hemos escuchado la importancia de la constancia y la perseverancia?
En ejemplos asociados, recuerdo a Siddharta Gautama expresando "no me levantaré de aquí hasta alcanzar la iluminación". De los cabellos podríamos hablar otro tanto, haciendo referencia a las decisiones de Sor Juana, pero volvamos a Demóstenes.
Pero nuestro personaje enfrentó al que sería también aliciente. En una sociedad sana, siempre encontraremos que la diversidad de opiniones es una divisa y no un mal tolerado.
El ejercicio de escuchar la creación de pensamientos de un ser humano, no por saber cual constituye la verdad, que obviamente ningún ser humano tiene, sino simplemente por aportar ideas con equidad de una persona a otra, es algo idealmente valioso pero que no es fácil de aceptar cuando se constituye en crítica rasposa y a veces hiriente.
Sin embargo, bajo el precepto de que las opiniones siempre serán subjetivas, con el uso del buen carácter y la confianza, se puede con objetividad tomar lo necesario para mejorar así como desechar aquello que es producto epidérmico de la vasta cantidad de sentimientos por los que atraviesa el ser humano. Así lo hizo nuestro personaje, tomando el agravio como estímulo.
Y es que, en los inicios, se tenía de Demóstenes la opinión de que no era elocuente, sino producto del trabajo y esto era en parte verdad pues se preparaba para sus presentaciones. Piteas dijo que "sus discursos olían mucho a lámpara", en aquel momento, lejos a los que creían que las musas del ingenio no le acompañaban, nuestro personaje inmediatamente respondió:
"la lámpara no sabe de mí y de ti las mismas cosas".
Fue un hombre que si bien no siempre decía lo que escribía, nunca hablaba en público sin escribir primero. El no hacerlo así, era para él no una demostración de ingenio, por el contrario, creía que el no prepararse atendía a visiones oligárquicas que confiaban más en la fuerza que en la persuasión.
Pero el tiempo, el esfuerzo y la preparación fueron grandes maestros, el germen terminó por florecer, con grato aroma de azahares, la mente se conectó con el corazón, tomaron fuerza las manos y las piernas, y se escuchó la sabiduría de aquél al que se criticaba de flaco, tartamudo y generador de sonidos sin fuerza.
A partir de ahí pudo en muchas ocasiones hacer vibrar el corazón de los auditorios, conmover a los públicos y convencer ante o contra los más excelsos oradores. También lució inspirado ante situaciones complicadas.
Tres fueron sus claves:
1. La coordinación del discurso.
2. La acción con el cuerpo.
3. No hablar sin preparación.
Dentro de lo que podríamos argumentar como escalones para su éxito podemos hablar de que en su arranque imitó y copió cuanto pudo, de la misma forma que en algunas ocasiones puso su talento en manos de la fortuna.
En este punto nuestra imaginación nos ha llevado al gran orador ¡Pues creemos la imagen de Demóstenes pronunciando lo siguiente, mientras elevaba la mano y el tono de voz:
"Por la tierra, las fuentes, los ríos y los mares..."
¿Juraba por ellos o los llamaba por testigos ante la magia de las palabras que estaban a punto de palpitar en su lengua?
Como muchos grandes seres humanos, tuvo seguidores de su propuesta y el chispazo de genialidad aparecía en los actos más sencillos.
Su aspecto pedagógico puede ser generado a través de la siguiente anécdota: se cuenta que una vez llegó un hombre a pedirle apoyo en la defensa de un caso, con tibias palabras le habló de sus penas. Demóstenes realimentó -"Me parece que nada has sufrido y que no hay tales cosas que me has platicado"-. El hombre furioso elevó el tono de voz, se le marcó el ceño, se le encendió el rostro y dijo "-¿Con que nada he sufrido, Demóstenes?-", ante lo cual nuestro personaje replico "-Ahora sí, veo a un hombre agraviado y ofendido-", tras lo cual acordó colaborar en la defensa.
Su expresión era amarga, picante y a veces chistosa. Como lo indica una sentencia que cae como suave lápida que no aisla, sino conserva para la eternidad:
Por consejero, ¡Oh atenienses!, me tendrés, aunque no queráis; pero no por calumniador, aunque os empeñeis en ello.
Esta frase representa mucha de la ética de un hombre que tras el esfuerzo necesario alcanzó sus sueños, pero sin tener que vender su esencia.
FUENTE: Ruiz, Joaquín del Moral. (1971). Grandes genio de la literatura universal. Tomo 48. Vidas paralelas. Plutarco.. Londres, 49. Madrid-28.: S.A. de Promoción y Ediciones. Club Internacional del Libro..
No hay comentarios.:
Publicar un comentario