Me siento cómodo con los latinoamericanos, no es la primera vez que nos encontramos y colaboramos. La primera vez fue con los salvadoreños que me sirvieron de cómplices para que pudiera pedirle matrimonio a mi esposa, en la parte más alta de la pirámide de la luna, en Teotihuacán.
En esta ocasión, pude compartir churros con chocolate con colombianos, mientras platicábamos de las cosas más relevantes de la vida. Cristianos por creencia, buscaban establecerse digamos en el tercer país donde habían habitado después de la natal Colombia y los Estados Unidos.
"Estamos a punto de conseguir nuestro permiso de trabajo y sabemos que Dios tiene grandes cosas preparadas para nosotros" expresaron. Confieso que el escuchar hablar con pasión a las personas siempre ha sido una de mis debilidades, pues creo en ellas, confío en lo que me dicen y me gusta escucharlas. Considero que puedo obviar el hecho de que aplico el filtro de que sean cosas positivas.
Pues bien, no me pregunto cuáles son las razones por las que alguien deja su patria para asentarse en otra. Vivo en México donde hay razones de todo tipo, pero lo que sí me impresiona es la fortaleza de aquellos que con valentía van a una tierra a aventurarse, esforzarse y muchas veces a empezar con mucho menos de lo que tenían seguro en el lugar que los vio nacer. Literariamente la primera vez que me sorprendí leyendo sobre estas vidas fue probablemente en el Robinson Crusoe de Defoe o en el Wilhelm Meister de Goethe.
Desde entonces, me causan esta grata impresión las voluntades férreas, casos cercanos, como los migrantes que van a los Estados Unidos, un conocido que me guiara en un viaje y que buscaba poco a poco su residencia en Canadá teniendo para ello que revalidar sus estudios profesionales. De la misma manera, dominicanos y colombianos, dispuestos a establecerse en Madrid. ¡Nosotros podemos! decían, pero sin orgullo, sino más bien con sencillez ¡Dios tiene algo preparado para nosotros! Confiaban estos últimos.
Como siempre me gusta mencionar, la historia no tiene matices rosados solamente, pues cuesta trabajo y como todas las labores donde se tocan puertas, de diez, una es la que se abre, pero lo importante es, que continúan, que se encuentran en ruta así como que con el tiempo empiezan a cosechar resultados.
Viajando también se aprende, y tras leer se debe actuar, diría Gabriel Zaid, por lo que este conjunto de experiencias, van recogiendo ideas en la mente, inquietan el alma y dan lo mismo que una buena lectura: opciones.
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