Por: José de Jesús Marmolejo Zúñiga.
Alguna vez dijo Vasconcelos que terminar un viaje, era como acabar un libro, una mezcla de gusto por los aprendizajes y de nostalgia por la partida.
Todas las naciones que uno pueda visitar seguramente dejarán en la mente sus sitios particulares, atractivos históricos o espacios turísticos. Al mismo tiempo, es real que son las vivencias personales las que los harán inolvidables: las alegrías, los descansos, los horarios, las puestas de sol, el recorrer enamorado o apasionado, los retos vividos, el nuevo conocimiento y la utilidad de cada punto visitado pueden convertirse en aspectos que permitan recordar con intensidad una visita.
En el caso de Madrid, queda su belleza, con sus múltiples atractivos como la puerta de Alcalá o la del sol, pero también por sus excelsas plazas como la España, o fuentes como la de Cibeles, pero son también memorables parques como el de El retiro. En la cotidianidad, se puede recordar que abundan los bares, pero que a diferencia de Barcelona, acá sí dan aperitivos sin costo.
Dentro de los aspectos que llaman la atención relacionados con la distancia y la posición geográfica, están por supuesto las 7 horas de diferencia con México, lo que hace que la hora adecuada para empezar a escribir de Europa para América, sean las 3 de la tarde encontrando que son las 8 de la mañana en México. De la misma manera, su importante cantidad de luz natural que va desde la salida del sol a las 6:30 horas, concluyendo con la puesta a las 22, de lo que acá llamaríamos la noche.
Hablar de Madrid será también hacerlo de su bien señalizado metro, así como de su moderno sistema de transporte. Un viaje de 1.5 euros constituye una de las experiencias más económicas de la región. La forma de comprar juntos 10 viajes para ganar 2.5 euros o de subirse en la ruta 200 bajando del avión en lugar de las opciones para turistas serán también memorables.
Madrid deja el recuerdo de la plaza de toros de La Venta, de la generosidad de sus tiendas de libros de segunda mano, de sus tapas y las sabrosas frutas llamadas paraguayas. De sus bares siempre llenos de gente, del mercado de San Miguel y sus excelsas plazas, como la denominada "mayor", por ejemplo.
En la gran vía ¡Tanto por ver en un espacio cosmopolita! Para sorprenderse y dejarse cautivar también por sus hermosos edificios de colores claros así como luminosos. Tiendas como prismark son visita obligada, para encontrar precios si no regalados, al menos competitivos y con un buen diseño.
Pasé frente al oso y el madroño, símbolo de la ciudad, así como a un lado de Carlos III varias veces. En la línea 1 del metro fueron mis recorridos habituales, ésta va de Valdecarros a Pinar de Chamartines, aprendí de memoria el mensaje de Borges en la Buenos Aires y siempre estaba atento en la Estación del Arte, mi despedida del país fue en Atocha.
En materia social, vi gente pedir dinero en las calles lo mismo en Madrid que en Roma, en la primera hubo incluso un incidente que sabrá Dios si sería cierto, lo que hizo que conociera la estación Portazgo, donde se encuentra el estadio del Rayo Vallecano. Se rumoraba que una señora que minutos antes había pedido ayuda económica en un vagón había saltado a las vías del metro.
También escuché, aunque pocas veces, música en el metro, quizá serían mexicanos los que interpretaron "Amor eterno y malagueña" con una excelente actitud así como una sonrisa en sus rostros.
Madrid me dejó en cada estación y en cada monumento, de los que hay por todas partes, el entendimiento de una cultura con muchas figuras. Sumando todos los científicos, investigadores, literatos y premios Nobel de España a nuestra cuenta como hispanos, la hegemonía americana ya no es tan abrumadora. Dentro de los monumentos de los que sí guardo foto, está por ejemplo el de Ramón y Cajal, así como la de varios literatos.
Tuve pláticas memorables llenas de calidez humana, bailes, fiesta, comida y muchas caminatas, de forma tal que el jugo fue lo único que pudo mantenerme en mi sobrepeso ideal en la idílica Madrid.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario