Por: José de Jesús Marmolejo Zúñiga.
El reloj de aquella torre de vieja iglesia europea presagiaba grandes sueños.
Aquella no sería la única que vez que corazones jóvenes acudirían a la búsqueda de ese otro mundo, hasta ahora desconocido para ellos.
Toda esa vasta cultura parecía retumbarles en el pecho, en la mente ¡Sí había algo de la sangre catalana de la vieja Rosa en las venas de los visitantes!
Los mexicanos tenían que ver con lo español, y gozaban de toda la cultura proveniente de Europa, pero al mismo tiempo, dentro de la arquitectura, la forma de gobierno, las creencias y la lengua heredadas, venía escondido ese germen: el de la rebeldía. Quizá el mismo no era puramente un legado español o siquiera azteca, solo era, humano. Era algo mucho más grande que la rebeldía, una búsqueda de libertad y verdad, un camino filosófico eterno que pocas veces contaba con respuestas concretas. Para muestra profunda un botón: cuando uno visita la basílica menor de la sagrada familia en Barcelona, en diversas inscripciones de la puerta de la pasión, se enmarcan con letras de oro varias frases pronunciadas hace más de 2,000 años, una de ella es "I qué es la veritat?"
Fue imposible no recordar a Unamuno diciendo en una ocasión que llegaba tarde a una reunión: "No sé de qué se trata pero me opongo".
En el caso de México, la religión, la moral, las buenas costumbres pero también, por qué no decirlo, las contrariedades propias de nuestra cultura pudieron haber partido en cierta medida de barcos como los que se dice se hicieron en El Masnou y otros astilleros catalanes cercanos, cuando los españoles se dedicaban a conquistar los mares, mientras encontraban nuevas rutas para llegar a las Indias, otro acto de rebeldía por cierto, en este caso contra los turcos que se habían apoderado del imperio bizantino.
En materia de comunicación, aunque las bases de un idioma romance son las mismas, a veces es bastante diferente. El catalán parecía portugués, en ocasiones francés. Las palabras sonaban conocidas pero su escritura no lo era tanto (carrer en lugar de calle, por ejemplo). En algún momento existieron los lenguajes universales como el griego y el latín, pero más tarde empezó la diáspora que diversificó tanto: el italiano, el francés, el portugués, el castellano, el catalán y tanto otros.
En un hecho más o menos común en Europa, el ser políglota, en el caso de esta playa perteneciente a Barcelona, la gente aprendía desde muy pequeña a parte de la lengua de origen, el castellano y algunos un poco de francés pues prácticamente eran frontera con aquel país.
Tenían dentro de sus pláticas particulares, objetivos de independencia de España pero eso parecían, una mera idea reaccionaria. Lleva muchos años esta visualización y según dicen algunos pobladores, los cabecillas del movimiento no son catalanes originales, sino "más españoles que nada".
Uno de los fundamentos para esta idea, es que creen en la importancia geográfica de Catalunya, y en el que muchas cosas deben pasar por ahí para ir a otras partes del mundo, lo que en teoría, podría darles importantes ingresos algún día.
Pero las generaciones con más tradición se estaban acabando, aunque todavía existían personas como aquella catalana que platicaba las primeras historias de un poblado que hacían reflexionar en torno a la vida, como la de aquél emprendedor de nombre José.
De acuerdo a la historia contada, José fue un chico catalán al que sus padres enviaron a estudiar con mucho esfuerzo a París, donde conoció el manejo de nuevas telas. No se quedó en Francia, sino que volvió a su pueblo, donde en su casa pidió a su madre le ayudara en un par de telares a generar algunos bañadores mezclando las telas que se acostumbraban con los nuevos polímeros que eran tendencia. La nueva prenda se ajustaba al cuerpo y aquello causó furor. Pronto, dichos trajes de baño, de la nueva marca doggy deberían reproducirse a ritmos acelerados por lo que un sitio más amplio sería necesario.
Fueron incrementando sus espacios, hasta hacerse de importantes bodegas donde hasta 1,000 trabajadores fueron contratados. La moraleja de esta historia llegó cuando doña Rosa explicaba "Pero pronto los trabajadores se sintieron seguros, bajaron el ritmo y empezaron a exigir más descansos" -No se preocupen contestó José, podrán descansar ahora mucho más- Y ante la necesidad de producción que tenía decidió llevar su empresa a otros países. Desde entonces, el trabajo es sagrado por acá, porque si bien contaron con una indemnización, que movilizó por algún tiempo la economía del pueblo, pasado un periodo, ésta se acabó y aquella gente quedó sin trabajo.
Pláticas quizá moralizantes pero que reflejaban la preocupación de una generación que poco a poco cede su lugar a las nuevas, dejando en el camino ¿Quién lo sabe? Vargas Llosa dijo alguna vez que ésta era la mejor época para vivir porque como nunca se han conquistado múltiples derechos humanos y sociales. Octavio Paz le contradecía diciendo que este tiempo que les gustaba tanto era el de la constante amenaza nuclear para el mundo y recordaba que un buen historiador, quizá Gibbon, decía que la mejor época fue la de los emperadores antoninos.
Si esas grandes mentes no llegaron a coincidencias, no sugiero hacerlo en este escrito. Tampoco quiero cerrar el punto como lo hacemos con muchos temas, concluyendo que toda situación tiene ventajas y desventajas. Creo que se le puede llamar a cada cosa por su nombre, hay muchos avances reconocibles y también vamos dejando cosas en el camino, que quizá después no se vayan a recuperar. El mismo Vargas Llosa escribe después el libro de "La civilización del espectáculo" donde ve con tristeza como eso que llamamos cultura se pierde o al menos se confunde entre múltiples conceptos etéreos o de simple entretenimiento ¿Estará este cambio escondido a ojos vistos en la historia moralizante de Doña Rosa?
Se habló mucho con ella de la religión, y en Europa en particular éste comienza a hacer un tema de nostalgia. Uno que mantienen como fuego tenue el corazón de las personas mayores. Lo vi en Toledo, nadie tiene que contármelo, la catedral de los reyes en la primer misa del domingo de pentescostes tenía quizá 30 personas dentro, 25 entraron solo a tomar fotos del inmueble. En el mismo Vaticano no había una afluencia de personas como podríamos imaginarlo y muchos hermosos templos en Italia los encontré solos, quietos y calmos. -Quizá fue un tema de días y horas- pensé.
"Hablar aquí de religión es que te vean raro" dijo la vieja Rosa, ellos son ahora "libre pensadores, progresistas" y califican burlonamente las creencias. "Buscan bastarse a ellos mismos". Hablábamos de esto en la otrora España de los reyes católicos, que junto con Italia fueron siempre las defensoras más fuertes de la fe.
Muchas eran las añoranzas con aquella catalana, pero disfrutaba platicando y nosotros escuchando. No hubo nadie como ella en aquel viaje, lo que me recordó que en este mundo, con nuestras diferencias somos todos inmensamente valiosos.