miércoles, 15 de diciembre de 2021

Toma y lee

 



Por: José de Jesús Marmolejo Zúñiga

 

Cansado, en algún momento pensé dejar la lectura.

Dependiendo de nuestro estado de ánimo, en ocasiones los libros pueden o no resultar lo que buscamos, sea inspiración, comprensión, cultura, opciones. En tales instantes, una fuerte pesadez nos embiste; en algunas ocasiones hasta nos preguntamos si será mejor leer que vivir, encerrarse en las páginas de un libro o abrirse al mundo. Ser sociables, en lugar de individualistas, en la lectura.

Vargas Llosa, el premio Nobel hispano-peruano, nos da su impresión al respecto: “Cuando era joven era impensable para mí dejar inconcluso algún libro que comenzaba, ahora he entendido que no podré leerlos todos y si el libro no me atrapa desde el comienzo, lo dejo” ¿Esa es la fórmula para nosotros?

Un espíritu divino o quizá un fuego fatuo viene a darnos luz con la siguiente referencia: en su conversión, San Agustín recibió una visita que le dijo “Tolle et Lege” (toma y lee); esto es ponerse en disposición para recibir las palabras exactas, el mensaje que contendrá una verdad importante para cada conciencia.

Miguel de Cervantes completa este anterior concepto con la siguiente frase: “En algún lugar de un libro se encuentra una frase esperándonos para darle sentido a nuestra existencia”.

Así, la lectura se puede verificar en el ensayo Leer, de Gabriel Zaid. No te hará más poderoso, más culto, más feliz, ni muchos otros atributos de facto, pero te presentará opciones, que unidas a las características mencionadas por Jean Christophe para consolidar una obra artística: “Inteligencia, voluntad y disciplina” te pueden llevar a nuevos planos para vivir mejor la vida.

Es en ese momento donde encontramos en la lectura nuestro principal tesoro; y prepárese para lo que parece un disparate: la época actual presenta una democratización en la oportunidad de la búsqueda de sabiduría; no del conocimiento, de la sabiduría; ésta en previa mediación de la conciencia.

Las más grandes mentes de nuestra historia están al alcance para dialogar con nosotros. Bastan mentes decididas, corazones experimentados, pero no atormentados, para asomarse un poco a las esperanzas del futuro para así, como decía Isaac Newton, subir en hombros de gigantes.

Esas colosales almas existen en todos los ámbitos. Las hay en todos los tiempos: si gusta que su ser arda de amor, puede leer a los poetas y suspirar con ellos; si lo que se quiere sentir es la devoción de hombres y mujeres por el ser supremo, bastará acercarse a sus inspiraciones; los más encumbrados literatos le harán soñar con la novela, reflexionar profundamente con el ensayo; la propia existencia encontrará reflejo en la vida de otras que antes que nosotros han decidido vivir con plenitud su paso por la tierra; podrá volar con las nobles imaginaciones de tantos soñadores que han escrito sus más hermosas formas de alcanzar con letras las aspiraciones lejanas; sentirá así la potencia del español unido al pensamiento humano en cada rima y prosa.

Como ejemplo quiero compartirle una experiencia grata, nos la regala el Wilhelm Meister en su plática con el arpista, cuando éste emplea argumentos oscuros para separarse de su camino, le advierte que contiene un pasado, cosas incontables de las que no puede hablar, pero por las que es preferible tomar caminos distantes.

Wilhelm le comparte su luz, le invita a que ante su desdicha sea parte de su buena fortuna, que a él siempre le ha sonreído y ha buscado la forma de que así sea. Sus esperanzas son grandes, visualiza la vida con optimismo, siempre, ante la tentación del malhumor, la crítica fugaz, el sentirse víctima de la situación, vuelve su rostro a las alturas para continuar el camino y esperar mejores cosas de él.

Wilhelm también consulta el pasado, pero lo hace con asertividad, no para atormentarse sino para recordar qué ha hecho antes que lo ha llevado a su actual presente, para recordar el trabajo, esfuerzo, energía. También para agradecer y buscar elementos que le ayuden a ser humanista.

La alegría, el optimismo, el idealismo son, pues, toda una forma de disfrutar esta vida que, hemos visto en los ensayos de Montaigne y Séneca, valoramos incorrectamente como eterna. Precisamente, en torno a éste último, recordamos que uno de los principios de los estoicos era la prohibición de la tristeza, en otra importante obra, encontramos que el personaje argumenta la importancia de no compartir el mal humor, pues lo ve como una debilidad del carácter tanto personal como para los otros.

Así, si “Nada es verdad ni es mentira, todo depende del cristal con que se mira”, como dice la frase popular, la lectura en el momento adecuado nos da tonalidades para esa vista renovada. Como en el caso del Wilhelm Meister, nos recuerda que todo ser humano está lleno de posibilidades que comienzan con la manera en la que se ve a sí mismo y a la realidad que le rodea.

La literatura nos enseña asimismo que toda obra escrita es texto y contexto. En la segunda característica mencionada, el maestro José Ortega y Gasset nos aplica el concepto de la siguiente manera: “Es el hombre y sus circunstancias”. En cuanto al texto, encontraremos a su vez, la forma y el fondo. Quizá ahí es donde entre esta visión, y la alegría, motivo del presente escrito.

Finalmente, habrá que respetar las diferencias, pues leyendo El Principito, de Antoine Exaint Exupéry, habrá quien recurra hasta a las lágrimas que cuentan secretos del corazón, pero también quien las guarde para mejor momento, virtud ésta del carácter, la personalidad y el temple de los que hablaremos luego.

 

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