Por: José de Jesús Marmolejo Zúñiga
A Octavio Paz le gustaba pensar que sería recordado por su poesía.
¿Cuál es en su teoría el magnetismo con que la reinvención del lenguaje puede convocar a la eternidad?
En los orígenes, en la etimología de la palabra poesía que es suave, elegante y aplicable a múltiples campos, podemos encontrar la respuesta, proviene de poiesis que significa creación.
El concepto nos genera una placentera reflexión como la de quien admira bellas obras en un museo, este concepto, creación, está lleno de simbolismo. La imaginación vuela, nos hace preguntarnos, por ejemplo en ¿Qué estaría creando en él la fina dama a quien Gustavo Adolfo Becquer le dijera “poesía eres tú”? Sin duda una revolución de sentimientos capaces de abarcarlo todo.
Ahora, en esta extraña tendencia a revelarse contra el párrafo largo, podríamos decir con suficiencia que la poesía es una expresión artística de la belleza por medio de la palabra. Cabría la pena preguntarse ¿Toda ella? ¿La tragedia es bella? Encontraremos seguramente que sí, si reflexionamos en su origen, el romance, el ideal, podríamos decir el ensueño. Más poéticamente podríamos hablar del instante. Ese que se convierte en la eternidad, el cielo donde el humano puede habitar solamente cuando, de forma contradictoria, deja de serlo, es decir cuando de alguna manera se diviniza.
Además la poesía está muy lejos de ser un símbolo solo de calma, para el relax o chill out de los americanos, tiene más bien el silencioso origen de los volcanes pero desencadena pronto en fuerza, fogoso arrebato, sorprende originalidad y osadía, exquisita sensibilidad, elevación o gracia, riqueza y novedad de expresión. Hacer poesía es reinventar el lenguaje, jugar con la luz de las palabras, leer de manera distinta la vida, dar vida a personajes y echarlos a volar.
Es un viaje al principio de los tiempos y también a lo que será, en una definición libresca es
“un indefinible encanto que halaga y suspende el ánimo infundiéndole suave y puro deleite”.
Dicho por el Duque de Rivas:
“la poesía es pensar alto, sentir hondo y hablar claro”.
Magnífica revelación pues la primera característica nos habla de un espíritu trascendente, el del ser humano pensante, la segunda de plenitud en la vivencia bajo la luz del amor así como sus desencuentros y la tercera, de la capacidad para convertir la sabiduría en detalles propicios para la elocuencia.
Por lo anterior, Iluminados, se les ha llamado en alguna ocasión a los poetas, y es verdad, cuando la poesía tiene alas y vuela, Salvador Díaz Mirón parece desdoblar finamente el concepto previamente explorado:
La poesía, pugna sagrada:
Radioso arcángel de ardiente espada
Tres heroísmos en conjunción:
El heroísmo del pensamiento,
El heroísmo del sentimiento
Y el heroísmo de la expresión.”
De entre los seres humanos preclaros del pasado, muchos han sido poetas, ¿Quién podría la exquisitez de la siguiente frase:
“Los lirios no hilan, ni tejen; sin embargo, ni Salomón en toda su grandeza nunca estuvo vestido como ellos”.
Pensamiento que llega al puerto de la analogía pura, encanto por la creación, sentimiento de confianza, gratitud y humildad; elocuencia que permite que sea una enseñanza para todos. En este caso el episodio es atribuido a Cristo.
La poesía permite profundos suspiros, describiendo la transfiguración de lo común en lo deleitable, de lo monocromático en lo caleidoscópico, de la palabra en el elemento mágico:
El verso que pasa o que se posa
Sobre la mujer o sobre la rosa
Puede ser verso o puede ser mariposa.
Rubén Darío.
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