miércoles, 15 de diciembre de 2021

El ser humano se debe educar en la armonía de tres lenguajes

Por: José de Jesús Marmolejo Zúñiga

Como mexicano, nací católico. Como universitario, escuché con atención que nuestra máxima casa de estudios fue fundada por la Compañía de Jesús, más tarde, aún como estudiante, tuve una aproximación a Íñigo de Loyola y al "Ad Maoirem Glorei Dei"; la imagen de los jesuitas para mí fue de una rama culta de la Iglesia, un tanto rebelde a las realidades continuas, expulsados constantemente y de varios países, impulsores de la teoría de la liberación…

Y la vida me siguió contando su historia, encontré sus misiones en Baja California: Loreto, San Javier, Mulegé, San Ignacio. Lugares aquellos desde donde evangelizaron, protegieron a los conversos, enseñaron la técnica del molino, el pan, el queso y el vino; convirtieron a una parte de la península con las tradiciones del Mediterráneo.

Hay vestigios de su obra por todo el país y por todos los países. Siempre relacionados con un contexto donde ahora volvemos a confluir: la educación.

El 13 de marzo de 2013, un nuevo líder arribó como Pontífice Máximo de la iglesia católica, Jorge Bergoglio, el nombre tomado: Francisco. Sin lugar a dudas una llegada al cargo por demás especial, aunque en un mundo donde es complicada la capacidad de sorpresa se unieron los siguientes factores: el primer Papa latinoamericano, el segundo vigente pues el anterior quedó emérito y perteneciente a la Compañía de Jesús, todas estas situaciones que, como la alineación de astros en el planeta, no se daban de forma continua, es más, históricamente nunca se habían dado.

Con los sentidos atentos, todo mis conceptos alcanzados hasta ahora, el conocimiento previo al que hacen referencia los pedagogos se enfocó en analizar una de las mayores tribunas del mundo: ¿Cuál sería el mensaje de este prohombre para uno de los temas que su Compañía lleva más grabados en su esencia?

"Educar al hombre para la armonía de los tres lenguajes" dijo a una joven: el de la cabeza, el corazón y las manos. Abonó que, si bien es necesario aprender a usar la cabeza para pensar y conocer, también debemos "aprender a pensar", esta aseveración me parece importante, contundente ¿Cuántas veces nuestra capacidad de pensamiento no hace sino frenarnos, acomplejarnos, destruirnos o destruir al otro? ¿Cuántas veces la inteligencia no es utilizada para situaciones negativas en nuestro mundo? Y más aún ¿cómo olvidar que de nuestros pensamientos nacen la mayoría de nuestras realidades? Así que se debe aprender a "pensar bien", que cuando hagamos el ejercicio de bucear en las profundidades del pensamiento encontremos paz, libertad y progreso como seres humanos.

Otro aspecto importante en estos tres lenguajes, es el del corazón y al respecto, la invitación certera es a "sentir bien", educar el sentimiento para enfocarlo como una brújula en valores positivos, formas de sentir el mundo que construyan sin dejar de ser realistas.

Y el último es el lenguaje de las manos, del cual dice es importante ser artesanos y creadores; de ahí nacen importantes aspectos como nuestras obras, el arte o la ingeniería.

En la conjunción de los tres lenguajes se encuentra la posibilidad de que yo piense lo que siento y lo que haga, de la misma manera sienta lo que pienso y lo que haga, así como hacer lo que pienso y siento.

Así, de los aportes del relevante personaje citado, debemos preguntarnos para nuestra vocación como docentes, si la reflexión nos hace sentido ¿Qué tan cierta es la expresión que inundó en días pasados las redes sociales donde se asume que en las escuelas formamos, pero es en las casas donde se inculcan los valores? Crasos errores de enfoque como esos han llevado a nuestro sistema educativo a laberintos cretenses sin salida, con deterioro de nuestros modelos y vocación que más tarde es complicado identificar.

Alguna vez me dijo una maestra normalista: "Tengo reflexión, mi carrito tiene reversa", en esa sorprendente actividad del ser humano, debemos hacer hincapié si el asumir que somos solo formadores no va en contra, de pensar bien, sentir bien y actuar bien como docentes.

En particular creo que nuestra profesión siempre será ejemplo, modelo y creación de valores; de forma tal que nunca podremos sustraernos de impulsarlos todos los días en nuestras personas, hacerlo con los alumnos e incluso tener la fuerza de compartirlo con los padres de familia. Es una misión.

 

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