miércoles, 15 de diciembre de 2021

No es bueno evaluar como pianista al que va a ser compositor

 

Por: José de Jesús Marmolejo Zúñiga

¿Quién no quisiera nacer entre música, alegría y bulliciosos amigos que desean parabienes?

“Entre una lluvia menuda, medio evaporada en forma de bruma…”, en una hostería del camino de Busseto a Parma, llamada La Roncole, nació una noche de octubre del 1813, Giuseppe Verdi.

Recién caía el imperio de Napoleón cuando nacía la historia de <<Beppino>>, como era conocido; entre canto y baile, sus sentidos pronto desarrollaron una habilidad para la música: una espineta usada fue su primer instrumento y a los diez años ya invocaba la Gloria con el órgano de la iglesia local.

El notorio progreso le invitó a dejar su localidad para seguir a la ciudad más próxima: Busseto. Ahí, su talento representó una encrucijada, entre el arte y el clero; a pesar del ultimátum para “tomar los votos” impuesto por este último, que tuvo su representante en el clérigo Seletti, su forma de tocar terminó por convencer a todos del camino que debía seguir: la música.

En aquella época, donde eran los pies, como dirían los clásicos, “ligeros”, Beppino tenía que hacer en días de fiesta y domingos, dos veces, el recorrido de Busseto a La Roncole, para ser parte de los oficios correspondientes.

Pronto se ganaría un cariñoso y admirable apelativo de sus paisanos <<Il Maestrino>>.

A los 14 años ya componía, un siguiente horizonte perseguía su crecimiento, pero en esa etapa ¡había que trabajar! Por lo que era común vérsele a las dos de la mañana, en medio de la noche, copiando partituras o haciendo contabilidad de botellas.

Antonio Barezzi fue, para Verdi, el mecenas, el tutor, el apoyo que le dio el impulso. Incluso le dio su primera ilusión, en la figura de su hija Margherita. Si bien los sueños del joven músico no alcanzaban en ese momento para una propuesta seria a la acomodada mujer amada, al menos contaba con la confianza del padre de ella y, en el presente, de buenos ojos y mucha comprensión al amor de niños.

Barezzi confiaba en Verdi.

El reto siguiente fue el trámite de una bolsa de estudios para que Verdi pudiera ir a Milán. ¡La capital de la música le esperaba! Un plebiscito empujó el trámite, finalmente se sentían orgullosos de él, todo mundo fraguó silenciosamente el apoyo.

Y llegó el ídolo del pueblo, presentó su examen en el conservatorio y, como los grandes humanos que no pueden medirse por pruebas genéricas, sino con los retos de la vida, Verdi fue rechazado.

¡Fue evaluado como pianista, quien sería compositor!

Este hecho fue recordado por Verdi que por justicia y no por venganza, por coherencia y no por rabia, cuando en la cúspide de su éxito le pidieron poner su nombre al conservatorio de Milán, respondió: “¡De ninguna manera!”

Sin embargo, tras recuperarse de ese fallido golpe a la autoestima, sus oídos se abrieron para que el alma conociera a Corelli, Bach, Mozart y Beethoven.

Pero entonces, durante esas pausas, años de aprendizaje en que se acumula el agua en las nubes, el director musical de su ciudad hizo el viaje eterno, y Verdi fue el candidato natural para el oficial puesto; si bien se cortaban las alas un instante, se emprendía otro vuelo, el del amor, pues con la estabilidad vendría el anhelado encuentro, el del matrimonio con “Ghita”, Margherita.

Pero Barezzi sabía lo mismo que el destino, Verdi no envejecería en su pueblo, estaba llamado a mucho más.

Cuando el hastío de lo cotidiano llegó, el corazón de Verdi se expresó de la siguiente manera: “Soy como una fuente pública… una que no debe nunca, nunca, moverse de su sitio, ni dejar de dar agua; para eso la han puesto ahí”.

Quizá el comentario salió del fondo del cajón donde guardaba las partituras que creaba para luego ser olvidadas.

Así, con las amistades en Milán, encontró una oportunidad, estrenar una ópera en una velada benéfica. ¡Era la oportunidad! Y su amor le inspiraría, de la misma forma que le ayudaría a instalarse en la ciudad de su primer revés.

Su ciudad juzgó: ¿Habéis visto a ese ingrato? En el fondo, Busseto creía haber comprado a Giussepe y, sin embargo, muchas glorias él daría a su pueblo en el futuro…

(Continuará…)

1 comentario:

  1. Aprendí sobre la planeación, los indicadores y su importancia para desarrollar mejor las secuencias para mis alumnos.

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